Agosto, en algún lugar de la costa mediterránea
Las cinco de la tarde, el sol cae con fuerza mientras busco un lugar que sirva de escenario para la sesión de fotos.
Él tendrá sesenta y tantos años, reparando una red con una aguja de madera. Su cara, con profundas arrugas y bronceada por viento y sol todos los días en el trabajo, sea como sea el tiempo.
“¿Puedo hacer fotos con la red?”, pregunto.
“No a mí”, responde bruscamente.
“No, sólo quiero las redes”.
“Entonces de acuerdo”.
“Muchas gracias”.
Le dejo con su red y busco la que quiero usar en mis fotos.
La red es de un blanco sucio, con algunas manchas del uso diario y un patrón inspirador. El contraste no es muy bueno para mostrar las joyas, pero es perfecto para la idea que tengo en la cabeza. Es un patrón de nudos utilizado tradicionalmente, una metáfora de un trabajo muy antiguo, uno que ha sido el modo de subsistencia de las comunidades a lo largo de toda la costa mediterránea. Un color gastado, como el sufrimiento de este oficio, como la piel de los navegantes. La red parece abandonada, apilada con cajas de madera y restos de otras redes. Otra metáfora, de la decadencia que la sobre-explotación trae a las comunidades en la costa y a la propia mar (ella es el mar, ¿recuerdas?)
Este editorial es una reflexión sobre la sostenibilidad y el mar. Nuestros mares están sufriendo, el océano está sufriendo y tenemos que estar a la altura del reto. Quizá mirando a cómo han vivido tradicionalmente las comunidades con el mar, tomando sólo lo que necesitaban y preocupándose por la vida marina y cómo preservar su delicado equilibrio. Quizá utilizaban otros términos, pero la idea estaba ahí. Comienzo con la red blanca. Después paso a los flotadores color terracota utilizados para las redes de pescar. Varios gatos descansan medio dormidos entre pilas de ellos. La curiosidad no es tan grande como para hacerles moverse o hacer algo más que abrir un somnoliento ojo. El color terracota hace mucho mejor contraste con las joyas, aunque las cadenas de flotadores no son tan atractivas como las redes.
Finalmente, me mudo al último escenario, una mezcla de restos de redes con un ancla oxidada. El sitio está sucio y mucho más decadente que los otros.
La red blanca representa la vida tradicional en antiguos y pequeños pueblecitos de la costa mediterránea. Las redes están hechas de simples nudos, uno junto a otro, todos conectados. Cada nudo es importante y cada uno tiene un rol por sí miso y dentro de la red. Sólo cuando la unión intrincada de unidades simples se hace aparente, uno se da cuenta de la complejidad del equilibrio dentro de la red.
Los flotadores color terracota representan la evolución de la sociedad, las técnicas de pesca y todas las posibles malas decisiones asociadas a esta revolución. Los flotadores son más grandes, más obvios y conectados sólo a otros dos flotadores, izquierda y derecha. Su equilibrio es más simple y engañoso.
Los restos de red y el ancla oxidada personifican el resultado del choque y destrucción causada por una relación mala e irresponsable con la naturaleza. La evolución de lo anterior, sin pensar o importarnos las consecuencias. Bordes afilados y oxidados mezclados con cuerdas de nylon de diferentes colores y tamaños, rotas, apiladas y olvidadas porque su propósito ya no está. Con su fuerza y forma original han perdido también su razón de ser. Ninguna de las cuerdas o herramientas oxidadas son identificables; en vez de eso, sólo caos y deterioro.
El editorial es agridulce para mí. Por un lado, no podemos renunciar a la esperanza. Debemos ser capaces de revertir toda la destrucción que hemos causado. Por otro lado, hay tanto que recuperar…
Tradición, técnica y decadencia como fondo para joyas. Tanto contraste. Tanto que cambiar. Tan poco tiempo. Pero somos capaces, y depende de nosotros.
Dejo aquí mi reflexión visual.
CONTINUARÁ... En las redes sociales